sábado, 5 de julio de 2025

Seguro médico

Achtungato siempre había sido un gato pragmático. No era de esos que compran cosas solo por costumbre o por lo que digan los demás. Para él, todo gasto debía tener una justificación sólida. El tema del seguro médico, sin embargo, siempre le había generado una mezcla de duda y curiosidad.

En su vida diaria, rara vez se enfermaba. Tenía buena salud, comía bien, hacía ejercicio de vez en cuando y no solía necesitar visitas al médico. En más de una conversación con amigos, había dicho con tono serio:
—El seguro médico está bien para quienes lo usan, pero si apenas te enfermas, ¿para qué pagar todos los meses?

Todo cambió un poco una mañana fría de invierno. Su esposa, que normalmente tenía una salud impecable, comenzó a estornudar sin parar. Al principio, Achtungato no le dio mucha importancia. Pensó que sería algo pasajero, tal vez una reacción al polvo o al cambio de temperatura. Sin embargo, al cabo de unas horas, la vio en el sillón, envuelta en una manta, con la nariz roja y una expresión cansada.

—Parece que tienes gripe —dijo él, acercándole una taza de té caliente.
Ella asintió, pero con voz ronca le respondió:
—No te preocupes, no es gran cosa. Seguro en unos días estaré bien.

Y aunque sus palabras eran tranquilizadoras, Achtungato comenzó a reflexionar. No era un problema grave, eso estaba claro, pero la situación le recordó que las enfermedades pueden llegar sin previo aviso. Incluso algo tan común como una gripe podía complicarse si no se trataba bien, y los gastos médicos podían aparecer de forma inesperada.

La idea del seguro médico volvió a rondarle en la cabeza. Sabía que en casos como este, donde solo se trataba de un resfriado fuerte, probablemente no justificaría pagar una póliza costosa. Después de todo, una consulta y algunos medicamentos no eran un gasto inmenso. Pero ¿qué pasaría si en el futuro la situación fuera más seria? ¿Y si él o su esposa necesitaban atención de emergencia o una hospitalización?

No era un tema que le gustara pensar, pero también sabía que ignorarlo no lo hacía desaparecer.

Para tomar una decisión, hizo lo que siempre hacía: analizar pros y contras.

Mientras preparaba sopa para su esposa, Achtungato se dio cuenta de algo: él no estaba en contra del seguro médico como concepto, sino de contratarlo sin un análisis previo. Si su esposa y él gozaban de buena salud, tal vez bastaría con tener un fondo de ahorro destinado a emergencias médicas. Pero si en algún momento planeaban actividades de riesgo o viajes largos, o si uno de los dos desarrollaba una condición que necesitara seguimiento, entonces un seguro sería una buena inversión.

En ese momento, decidió no contratar un seguro médico de forma inmediata. La gripe de su esposa no requería hospitalización, y podían cubrir fácilmente el costo de la consulta y los medicamentos. Sin embargo, hizo una nota mental para investigar más a fondo planes de salud que fueran flexibles, donde pudieran pagar solo por coberturas específicas y no por un paquete completo que no usarían.

Durante los días siguientes, se dedicó a cuidar de su esposa. Compró medicamentos, preparó infusiones y se aseguró de que descansara lo suficiente. Poco a poco, ella fue mejorando, y pronto estaba de nuevo activa y sonriente.

Al final, Achtungato concluyó que el seguro médico no era algo que debía contratarse a la ligera ni descartarse por completo. En su opinión, había que adaptarlo a las necesidades reales de cada uno. Para su situación actual, seguir pagando consultas de forma directa le resultaba más eficiente, pero mantenía abierta la posibilidad de contratar un seguro más adelante si sus circunstancias cambiaban.

En una charla con un amigo que insistía en que “un seguro médico es indispensable para todos”, Achtungato le respondió con calma:
—No digo que esté mal, pero no todos lo necesitamos en el mismo momento. Si tienes familia grande, problemas de salud o vives en un lugar con atención médica cara, claro que conviene. Pero si estás sano y puedes cubrir consultas básicas, quizás es mejor ahorrar ese dinero y usarlo solo si lo necesitas.

Aquel episodio de la gripe no lo hizo cambiar radicalmente de opinión, pero sí lo volvió más consciente. Ahora sabía que no debía confiarse solo porque su salud y la de su esposa eran buenas en ese momento. Los imprevistos pueden llegar en cualquier momento, y estar preparado —ya sea con un seguro o con un fondo de ahorro— era la clave para no verse en apuros.

Desde entonces, cada vez que veía publicidad de seguros médicos, ya no la ignoraba. No se dejaba llevar por las promociones, pero las miraba con un poco más de interés, evaluando si alguna ofrecía un plan que realmente se ajustara a su estilo de vida.

Su decisión final fue sencilla: por ahora, no habría seguro médico, pero sí un plan de ahorro exclusivo para salud. De esa manera, si en el futuro enfrentaban un gasto grande, tendrían el dinero listo sin haber pagado primas mensuales por un servicio que quizá nunca usaran. Y si en algún momento veían que las visitas al médico se volvían más frecuentes, entonces considerarían contratar un seguro.

Achtungato lo resumía así luego de pensarlo bien:
—La salud es lo más importante, pero también lo es el uso inteligente del dinero. No se trata de gastar por gastar, sino de estar preparado de la manera que más te convenga.

Y con esa filosofía, continuó su vida, siempre cuidando de su esposa y de sí mismo, sin dejar que una gripe le cambiara por completo su forma de ver las cosas, pero con la lección aprendida de que, a veces, lo que hoy parece innecesario, mañana podría ser indispensable.


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