sábado, 5 de julio de 2025

¿Se puede bajar de peso con la elíptica?

Achtungato siempre había sido un gato de buen peso, sano y ágil, manteniéndose en unos 5 kilos, que es lo normal para un felino de su tamaño. Sin embargo, la gastronomía peruana, rica y variada, se convirtió en una tentación diaria. Lomo saltado jugoso, anticuchos, papas a la huancaína, y para rematar, postres como arroz con leche y mazamorra morada. Achtungato no podía resistirse. Lo que empezó como “solo voy a probar un poquito” se convirtió en almuerzos abundantes y cenas igualmente generosas.

En cuestión de meses, su peso comenzó a subir. Primero 6 kilos, luego 8, y antes de darse cuenta, la balanza marcaba 12 kilos. Él, un gato que antes saltaba del suelo a la mesa de un brinco, ahora necesitaba tomar impulso y hasta hacer una pequeña pausa. Su esposa, una gata originaria de Rusia, y sus hijos, que hasta entonces mantenían un peso normal, también empezaron a ganar algunos gramos extra, sobre todo por las mismas costumbres alimenticias.

Achtungato no podía dejar que la situación se saliera de control. Una mañana, mirando su reflejo en el espejo, vio cómo su panza empezaba a sobresalir y su agilidad había disminuido. Decidió que era momento de actuar. Fue entonces cuando recordó que en una tienda de artículos deportivos había visto una elíptica que le llamó la atención. Sin pensarlo mucho, fue, la probó, y se la llevó a casa.

La elíptica no era un simple aparato para él: representaba un cambio de hábitos. El primer día que la usó, se dio cuenta de que, aunque no parecía muy complicada, requería esfuerzo. A nivel 32 de resistencia (effort), sudaba como si estuviera corriendo tras una bandada de palomas en pleno verano limeño. Sin embargo, esa sensación de esfuerzo también le dio una satisfacción especial: estaba quemando calorías y trabajando por su salud.

Decidió establecerse una meta clara: hacer 1000 calorías por sesión en la elíptica, todos los días. No importaba si le tomaba más de una hora, lo importante era cumplirlo. A la par, cambió sus hábitos alimenticios: eliminó el desayuno y la cena, quedándose solo con el almuerzo como comida principal del día. No lo veía como un castigo, sino como una estrategia. Además, bebía suficiente agua durante toda la jornada para mantenerse hidratado y para ayudar a su cuerpo a procesar mejor las grasas y los carbohidratos que consumía.

La primera semana fue dura. Las patas le dolían, y en más de una ocasión pensó en saltarse el ejercicio. Pero su determinación lo mantenía firme. Recordaba la agilidad que tenía antes y quería recuperarla. Poco a poco, su cuerpo empezó a adaptarse. Los primeros cambios los notó en la forma en que sus pantalones (o más bien, los pequeños atuendos que a veces usaba en eventos familiares) le quedaban menos ajustados. Después, la balanza empezó a reflejar el esfuerzo: 11 kilos… 10… 9… hasta que, después de un mes de constancia, había logrado bajar varios kilos, acercándose nuevamente a su peso ideal.

Su familia observaba el cambio con asombro. Al principio, su esposa y sus hijos lo miraban con curiosidad mientras pedaleaba en la elíptica, pensando que era un capricho pasajero. Pero al ver los resultados, decidieron unirse. No con el mismo nivel de resistencia —porque el nivel 32 era demasiado intenso para ellos al inicio—, pero sí con sesiones diarias adaptadas a sus propias capacidades. También empezaron a moderar sus comidas, siguiendo la regla de un solo almuerzo al día, complementado con frutas o verduras ligeras si sentían hambre en la tarde.

El cambio fue general. En casa ya no se compraban tantas golosinas ni se preparaban cenas pesadas. La comida peruana seguía siendo parte de su vida, pero ahora la disfrutaban con moderación. En lugar de servirse grandes porciones, optaban por platos más pequeños y balanceados. El agua reemplazó a los refrescos y jugos azucarados.

Achtungato descubrió que la elíptica no solo ayudaba a bajar de peso, sino que también mejoraba la resistencia cardiovascular y fortalecía los músculos de las patas, el abdomen y hasta los brazos. Además, al no tener el impacto de correr en el pavimento, sus articulaciones no sufrían. Se dio cuenta de que era una herramienta perfecta para mantenerse en forma a largo plazo.

Un aspecto que lo motivó bastante fue ver los números en la pantalla de la elíptica: cada sesión le mostraba las calorías quemadas, la distancia simulada recorrida y el tiempo de entrenamiento. Era como tener una competencia diaria consigo mismo, y siempre buscaba superarse un poco más que el día anterior.

El mes pasó rápido. Achtungato no solo había reducido su peso, sino que también se sentía más ágil y con más energía. Volvió a saltar a la mesa sin esfuerzo, a jugar con sus hijos sin quedarse sin aire, y hasta a subir las escaleras de dos en dos. Además, la unión familiar se fortaleció: ejercitarse juntos creó una rutina que todos disfrutaban, y cada uno se animaba al otro a no rendirse.

Incluso empezaron a poner música durante las sesiones de elíptica: a veces rock ruso que su esposa ponía con orgullo, otras veces cumbia peruana que animaba el ambiente, y en ocasiones, música electrónica que les daba un ritmo constante. Entre risas, competencia sana y la satisfacción de ver resultados, el ejercicio se convirtió en parte de la vida diaria.

Achtungato, mirando hacia atrás, no podía creer que hubiera tardado tanto en decidirse a usar la elíptica. Era una inversión que había valido cada centavo. Más allá de lo físico, había ganado en disciplina y autocontrol, y había demostrado a su familia que cualquier cambio era posible con constancia.

En sus conversaciones con amigos, siempre contaba su experiencia. Algunos se sorprendían de que hubiera eliminado desayuno y cena, pero él les explicaba que para su metabolismo, esa estrategia funcionaba, combinada con el ejercicio intenso y el consumo adecuado de agua. Otros se interesaban más por el modelo de la elíptica y por cómo había calculado las 1000 calorías por sesión. Él siempre respondía que más importante que la máquina era la voluntad de usarla todos los días.

Hoy, Achtungato mantiene su peso ideal y sigue usando la elíptica, aunque ahora con un enfoque más de mantenimiento que de pérdida. Ya no busca quemar 1000 calorías diarias, pero sí entrena lo suficiente para no perder la forma. Su familia también se mantiene saludable, y todos recuerdan aquellos meses en los que decidieron cambiar de hábitos y lo lograron juntos.

En definitiva, para Achtungato, la respuesta es clara: sí se puede bajar de peso con la elíptica. No es magia, no es cuestión de un día para otro, pero con disciplina, cambios alimenticios inteligentes y constancia, los resultados llegan. Y como él dice con una sonrisa felina cada vez que alguien le pregunta: “Si un gato de 12 kilos pudo hacerlo, cualquiera puede”.


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