En el ambiente académico, el examen de admisión es como una gran puerta que muchos aspiran a cruzar para iniciar su vida universitaria. Las universidades, con sus imponentes edificios y aulas llenas de estudiantes, suelen establecer este filtro para seleccionar a quienes consideran preparados para enfrentar la exigencia de sus programas. Para algunos, esta prueba es una oportunidad de demostrar conocimientos y habilidades. Para otros, un obstáculo que retrasa o incluso impide alcanzar sus metas.
Achtungato había pasado semanas observando cómo jóvenes y adultos se preparaban con intensidad para este reto. Bibliotecas llenas, academias rebosantes de alumnos, cuadernos llenos de ejercicios y apuntes por todas partes. El ambiente se impregnaba de ansiedad, como si todo dependiera de esas pocas horas frente a un examen.
La lógica detrás de este requisito era clara: las universidades querían asegurarse de que los aspirantes tuvieran un nivel mínimo de preparación antes de iniciar los estudios superiores. Un estudiante que no comprendiera conceptos básicos de matemáticas, lenguaje o ciencias podría tener más dificultades para seguir el ritmo. Sin embargo, Achtungato veía que esta barrera, aunque útil en algunos casos, no siempre era justa.
Existen personas con habilidades excepcionales que no se miden fácilmente en un examen escrito. La capacidad de resolver problemas en la práctica, la creatividad, el pensamiento crítico o la persistencia frente a desafíos son cualidades que no siempre aparecen en una hoja de respuestas. Un mal día, los nervios o una pregunta mal interpretada podían dejar fuera a alguien con gran potencial.
Por otro lado, también entendía que eliminar completamente el examen podría traer problemas. Si cualquier persona pudiera ingresar sin evaluación previa, las aulas se llenarían sin control, y el nivel académico podría bajar. Además, las universidades tendrían que invertir más recursos en nivelar a estudiantes con distintos grados de preparación, algo que no todas están dispuestas o pueden costear.
En su análisis, Achtungato pensaba que el problema no era tanto la existencia del examen, sino la forma en que estaba diseñado. Muchos se basaban en memorizar datos, fórmulas y definiciones, más que en evaluar la capacidad de razonar o aprender. Esto provocaba que quienes tenían facilidad para estudiar de forma mecánica tuvieran ventaja, mientras que otros, más orientados a la comprensión práctica, quedaban en desventaja.
En las calles cercanas a las universidades, el negocio de las academias preuniversitarias florecía. Grupos de estudiantes salían con mochilas llenas de libros y rostros cansados después de horas de preparación. La presión era tal que algunos se inscribían en estas academias durante todo un año antes del examen, invirtiendo tiempo y dinero con la esperanza de obtener un puntaje alto.
Achtungato veía en esto un doble filo: por un lado, la preparación fortalecía conocimientos; por otro, creaba un sistema donde los que tenían más recursos podían acceder a mejores oportunidades de estudio. Así, el examen de admisión se convertía no solo en una prueba de conocimientos, sino en una competencia desigual condicionada por factores externos.
En su opinión, un sistema más equilibrado podría incluir una combinación de criterios: un examen que evaluara comprensión y razonamiento, junto con una revisión del historial académico del postulante y, quizá, una entrevista personal. De esa manera, no todo dependería de un solo día de evaluación.
Había escuchado historias de estudiantes brillantes que, por nervios, fallaron en su primer intento y quedaron fuera, mientras que otros, con un rendimiento más regular, lograron pasar gracias a su habilidad para memorizar y responder bajo presión. Para él, eso era una muestra de que el sistema actual no siempre identificaba de manera precisa el verdadero potencial de cada persona.
Por supuesto, existían casos en los que el examen servía como un filtro eficaz. Ayudaba a seleccionar a quienes realmente estaban listos para enfrentar la carga académica, evitando que ingresaran sin la preparación suficiente. Pero el problema era cuando esa misma herramienta, útil para algunos, se convertía en una barrera injusta para otros.
En las conversaciones sobre este tema, algunos defendían el examen como una tradición necesaria, una forma de mantener el prestigio y la calidad de las universidades. Otros lo veían como un obstáculo obsoleto que debía reemplazarse por métodos de evaluación más modernos y justos. Achtungato, por su parte, no se quedaba en extremos: consideraba que debía existir un filtro, pero que era urgente reformar la manera de aplicarlo.
Al final, el verdadero objetivo de la educación superior era formar profesionales competentes y ciudadanos capaces de aportar a la sociedad. Si el examen de admisión se diseñaba de forma que realmente midiera habilidades esenciales, podría cumplir su propósito sin excluir injustamente a quienes no encajaran en un molde específico.
Mientras tanto, las universidades seguían aplicando sus pruebas año tras año, y miles de aspirantes continuaban preparándose, soñando con ver su nombre en la lista de ingresantes. Para algunos, el examen sería la puerta que abriría un nuevo capítulo en su vida; para otros, un muro que tendrían que intentar escalar otra vez.
Achtungato, siempre observador, sabía que cada historia detrás de esos aspirantes era única. Algunos estudiaban hasta altas horas de la noche, otros trabajaban para pagar sus materiales, y no faltaban quienes, a pesar de todo el esfuerzo, no lograban el resultado esperado. Por eso, insistía en que cualquier sistema de admisión debía ser más humano, más consciente de la diversidad de talentos y circunstancias.
En resumen, consideraba que el examen de admisión en la universidad era necesario, pero no en su forma más rígida y memorística. Reformar su diseño para que evaluara razonamiento, comprensión y aptitudes reales sería la clave para que cumpliera su función de manera justa. Solo así, la puerta a la educación superior estaría abierta para quienes verdaderamente tuvieran el potencial, sin importar si este se demostraba en una hoja de respuestas o en la forma de enfrentar los desafíos de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario